El Rapto de Psique
- Detalles
- Pinturas
- 1445

ARTE / CULTURA / MITOLOGIA / CINE / LIBROS
En el principio, cuando los dioses aún caminaban entre los hombres disfrazados de viento, fuego o bestia, nació la historia de un héroe distinto. No fue un conquistador sediento de imperios ni un rey obsesionado con su linaje. Fue un hermano que salió en busca de una hermana robada por el deseo divino. Ese héroe se llamó Cadmo, y aunque su nombre no resuene con la fuerza de Aquiles ni con el eco de Odiseo, su huella atraviesa los cimientos de la cultura, porque donde puso un pie, nació Tebas, y donde dejó su marca, floreció la palabra.
Desde tiempos antiguos, el hombre ha buscado en la música no solo un entretenimiento, sino un lenguaje secreto que conecta lo terrenal con lo divino. En el murmullo de una lira, en la vibración de un violín o en la gravedad solemne de un órgano, se esconde la promesa de algo más alto que nuestras voces. No es extraño, entonces, que los pintores se obsesionaran con dar forma a lo invisible, con ponerle rostro a la música. Así nacieron las alegorías, esas figuras que encarnan lo inmaterial. La música, al igual que la poesía o la justicia, debía tener cuerpo, gesto, mirada. Y en los lienzos barrocos y renacentistas, la vemos surgir como una mujer etérea, con instrumentos en sus manos, rodeada de partituras y angelillos que sostienen lo efímero.
Cuando uno se detiene frente a la Virgen de los Peregrinos (también conocida como Madonna di Loreto), en la iglesia de Sant’Agostino en Roma, no está simplemente contemplando un cuadro. Está entrando en una escena viva, casi teatral, donde el claroscuro de Caravaggio no solo construye formas, sino que abre un umbral entre dos mundos: el de lo humano y el de lo sagrado.
En el taller silencioso de Auguste Rodin, entre bloques de mármol y polvo raso, nació una idea que desafiaba las fronteras entre lo humano y lo divino. Esa idea tuvo forma: La Mano de Dios (The Hand of God), obra que no solo esculpe figuras, sino que talla la frontera misma entre la creación y lo creador, entre lo visible y lo apenas insinuado. Imagina una mano gigantesca, poderosa, emergiendo de la piedra bruta, sujetando entre sus dedos un bloque aún informe. De ese bloque surgen dos figuras entrelazadas, Adán y Eva, cuerpos nacientes, creciendo lentamente hacia la luz. No están completos aún, apenas se liberan del barro y del mármol.
Página 3 de 107
Cada tanto nos atrapa el sentimentalismo y publicamos historias relacionadas con el amor. La mitología tiene mucho de ésto y si bien son pocos los mitos que terminan con una cena de perdices, hay...
La historia de Heliogábalo no tiene desperdicio, es realmente sorprendente, pero lo es aún más, el esfuerzo de muchos historiadores que durante siglos han retocado los hechos históricos, en un...
En el vasto escenario de la escultura italiana del siglo XIX, un nombre resuena con la fuerza de un eco que se niega a apagarse: Giovanni Dupré. Nacido en Siena en 1817, su destino parecía tallado en la...