En una ciudad acostumbrada a la elegancia y el bullicio, el robo del famoso retrato causó un revuelo sin precedentes. Las portadas de los periódicos mostraban imágenes de la pared vacía donde había colgado la Mona Lisa. Los parisinos acudieron al Louvre no para admirar otras obras de arte, sino para contemplar el vacío que el robo había dejado. Parecía una broma cruel, pero el daño era real, y la vergüenza del museo más prestigioso del mundo no tenía precedentes.
Un picasso aún joven
La pista de los sospechosos bohemios
Mientras las autoridades investigaban, una conexión inesperada llevó a dos personajes inesperados al centro del escándalo: Pablo Picasso, el joven pintor español conocido por sus ideas revolucionarias, y Guillaume Apollinaire, el poeta franco-polaco con un espíritu incendiario. Ambos eran figuras influyentes en el arte vanguardista y fervientes defensores de romper con las tradiciones.
Guillaume Apollinaire
La policía recordó una peculiaridad en el pasado de estos dos bohemios. Cuatro años antes del robo, Joseph Géry Pieret, un amigo común de ambos, había robado un par de estatuillas ibéricas del Louvre. Estas piezas terminaron en manos de Picasso, quien las usó como inspiración para su revolucionaria obra Las señoritas de Avignon. El pintor, fascinado por el arte primitivo, las compró por 50 francos, pese a conocer su procedencia ilícita.
Cuando La Gioconda desapareció, esta conexión no pasó desapercibida. Apollinaire y Picasso eran conocidos por defender las ideas radicales de Filippo Tommaso Marinetti, líder del futurismo, quien proponía destruir museos y quemar obras antiguas para dar paso a un arte nuevo. Sus antecedentes y discursos inflamados los convirtieron en los sospechosos ideales.
Asi se veía el muro en el momento del robo
La detención de Apollinaire y el pánico de Picasso
Un mes después del robo, la policía detuvo a Apollinaire. El poeta, aunque conocido por su elocuencia, se vio acorralado en el interrogatorio. Confesó su relación con Pieret y admitió haber intentado vender las estatuillas robadas, lo que complicó aún más su situación. Dos días más tarde, la policía tocó a la puerta de Picasso.
El joven pintor, que había demostrado valentía en su arte, mostró un lado diferente cuando fue llevado a la comisaría. Durante el interrogatorio, la tensión alcanzó su punto máximo cuando Apollinaire fue traído al mismo cuarto. Ante la mirada del poeta, Picasso negó conocerlo. Fue un momento de traición que marcaría para siempre su amistad.
Décadas después, Picasso confesó sentirse avergonzado por su comportamiento. "Vi la sangre desaparecer del rostro de Guillaume. Nunca olvidaré esa expresión", dijo en una entrevista. Aunque ambos fueron liberados al no encontrarse pruebas de su implicación en el robo de La Gioconda, su relación quedó irremediablemente dañada.
La noticia en el periódico Le Petit Parisien
La Gioconda reaparece: el culpable inesperado
Dos años después, en noviembre de 1913, el misterio del robo de La Gioconda se resolvió. Vincenzo Peruggia, un antiguo trabajador del Louvre, fue arrestado tras intentar vender el cuadro a un comerciante de arte en Florencia. Su confesión dejó perplejos a todos: había robado la pintura escondiéndola bajo su uniforme de trabajo, una simple gabardina blanca.
Peruggia afirmó que su intención era devolver la obra a Italia, su "verdadero hogar". Aunque su acto fue presentado como un gesto patriótico, las autoridades no lo tomaron con ligereza. Fue condenado a un año y quince días de prisión. Sin embargo, para muchos italianos, Peruggia fue un héroe que había actuado en defensa del patrimonio cultural de su país.
El impacto en la historia del arte
El robo de La Gioconda transformó para siempre la percepción del cuadro y del propio Louvre. Antes de 1911, el retrato de Leonardo da Vinci era admirado, pero no alcanzaba la fama de otras obras maestras. La desaparición y el posterior hallazgo la convirtieron en el cuadro más famoso del mundo.
Durante el tiempo que estuvo desaparecida, el hueco en la pared del Louvre se convirtió en una especie de arte conceptual improvisado. Los visitantes acudían en masa no a contemplar las obras expuestas, sino a observar la ausencia de La Gioconda. La ironía de la situación no pasó desapercibida para los críticos de la época.
La ficha policial de Vincenzo Peruggia, un antiguo trabajador del Louvre
Reflexiones finales: el arte y el mito de La Gioconda
La historia del robo también nos recuerda cómo los objetos culturales adquieren significados más allá de su valor artístico. El cuadro de la Mona Lisa, con su enigmática sonrisa, ha inspirado a generaciones, no solo por la maestría de Leonardo da Vinci, sino también por el mito que lo rodea.El caso tuvo un impacto particular en Picasso y Apollinaire. Aunque el pintor se convirtió en uno de los artistas más influyentes del siglo XX, y el poeta dejó un legado literario imborrable, el robo de La Gioconda dejó una sombra en sus vidas. Para ambos, fue un recordatorio del poder del arte para fascinar y del peligro que representa su manipulación.
Finalmente, el cuadro volvió a su lugar en el Louvre, donde sigue atrayendo a millones de visitantes cada año. Su historia, marcada por el robo y la intriga, sigue siendo un símbolo de la conexión entre el arte, la historia y la humanidad. Como dijo una vez Picasso: "El arte no es la verdad, pero nos acerca a ella".
Hoy, más de un siglo después de su desaparición, La Gioconda no solo es una obra maestra del Renacimiento, sino también un testimonio de cómo el arte puede capturar la imaginación del mundo entero.