El amor. Siempre el amor, incluso en vidas turbulentas y en horas de angustia, como las que le tocó vivir a Electra.
Electra era hija de Agamenón, rey de Micenas y la reina Clitemnestra, hermana de Helena de Troya. Agamenón y Clitemnestra tenían además otro hijo más joven, Orestes, y otra hija de nombre Ifigenia. Ifigenia, según cuenta Homero en la Iliada, fue sacrificada por su propio padre a cambio de protección en su camino hacia Troya.
Tras la huida de Helena con Paris, Agamenón se embarcó rumbo a Troya y allí permaneció asediando la ciudad hasta que finalmente se pudo hacer con ella, utilizando para la ocasión, el famoso Caballo de Troya. Diez años duró el asedio. Mientras la reina Clitemnestra fue seducida por el ambicioso Egisto y se convirtieron en amantes, mas vale, tampoco lo iba a estar esperando diez años.
Pero el rey volvió y tomó posesión de su casa y de su reino. En cuanto tuvieron ocasión, Egisto asesinó a sangre fría a Agamenón para eliminarlo como obstáculo en su camino hacia el poder. Clitemnestra fue su cómplice. Electra fue testigo y en su interior comenzó a crecer el odio hacia Egisto, pero sobre todo hacia su propia madre por haberle arrebatado a su padre.
Desde ese momento Electra no vivió sino esperando el momento en que pudiera vengar la muerte de Agamenón. Protegió a su hermano pequeño enviándolo lejos, al monte Parnaso, bajo la protección del rey Estrofio, hasta que tuviera edad suficiente como para reclamar el trono y ejecutar su venganza.
Han pasado seis años desde el asesinato alevoso de Agamenón. Su hijo Orestes, nacido poco antes del comienzo de la guerra de Troya, ha cumplido ya 18 años y llegado, por tanto, a la “efebía”, algo asi como la adolescencia, una etapa en la que los varones desde 15 a los 18 años, aunque en Atenas era de 18 a 20 años, eran instruidos en la ephebeia, una institución que se dedicaba a formar a los futuros ciudadanos, entrenando a los efebos en las artes de la guerra, a veces incluso en el campo de batalla.
Procedente del campo, llega de madrugada a Argos, acompañado de Pílades, un amigo leal. Se detienen ante la tumba de Agamenón. Orestes consagra en ella, en ofrenda a su padre, un mechón de sus cabellos; y exclama: “Entro en este país de vuelta del destierro. He ofrecido al Inacos un bucle de mis cabellos, por haber nutrido mi juventud, y ofrezco aquí otro en señal de duelo”.
En ese momento se dirige hacia la tumba del rey, escoltado por un coro de ancianas, esclavas de Clitemnestra, cautivas procedentes de Troya, que cumplen de mala gana la ofrenda de homenaje postumo al rey que destruyó Ilion.
Electra, hermana de Orestes, conduce el cortejo. El Coro canta que la noche anterior la reina Clitemnestra ha soñado que paría una serpiente, que ensangrentaba su seno al mamar de él. Impresionada por tal sueño, trata de aplacar el alma de Agamenón. Esta mujer, autora de un crimen abominable, no se ha arrepentido de su acción, pero se ve atormentada por remordimientos, que la impulsan a realizar prácticas mágicas y a dedicar ofrendas al esposo asesinado.
Electra, realiza las ofrendas, y al ver sobre la tumba de su padre el mechón de cabellos, Electra imagina que son de su hermano, colocados allí por éste como ofrenda. Ve en el suelo unas huellas de pies humanos y supone que son también de Orestes.
Mientras tanto, Orestes y Pílades permanecen ocultos de la escena. Orestes finalmente sale de su escondite, se presenta ante Electra y le recuerda la orden del oráculo de Apolo
Electra explica, a su vez, la situación en que se encuentra ella: “Yo estaba marginada, privada de honores y derechos, recluida en mi habitación, como si fuera un perro peligroso. Mis lágrimas brotaban más prontas que la risa; me ocultaba para sollozar y llorar constantemente”
Ambos hermanos, de rodillas ante la tumba paterna, evocan el alma del muerto y deciden obrar de común acuerdo. Comentan las circunstancias que rodearon el asesinato de su padre. Se aclara el horrible sueño de Clitemnestra, que ha obligado a Electra a llevar ofrendas a la tumba de Agamenón. Orestes lo interpreta como un destino de la muerte violenta de su propia madre. Luego de matar al asesino de su padre, Orestes enloquece y es perseguido por las Erinias (Las furias) personificaciones femeninas de la venganza que perseguían a los culpables de ciertos crímenes.
Intentando poder evitar esta persecución constante, le pide ayuda a Atenea, quien le brinda asilo en su templo.
Finalmente, Atenea organiza un juicio formal del caso ante el Areópago, tribunal formado por doce jueces áticos. Las Erinias exigen su víctima, Orestes alega el mandato de Apolo, los votos de los jueces quedan divididos equitativamente y Atenea, con su voto decisivo, declara inocente a Orestes.
En la psicología, se hace presente Electra, dándole nombre al Complejo, un término propuesto por Carl Gustav Jung en 1912 para designar la contrapartida femenina del complejo de Edipo.
Consiste en una atracción afectiva de la niña en la figura del padre. El complejo de Electra es un concepto psicológico que procura explicar la maduración de la mujer.
Según Jung, el Complejo de Electra es algo muy común a todas las niñas en algún momento de la infancia, aunque en algunas ocasiones, va más allá. La fijación afectiva o enamoramiento hacia el padre puede generar una situación de rivalidad con la madre. Se supone que es una dinámica normal en el desarrollo de las pequeñas, que puede observarse a partir de los 3 años y que en un plazo de dos, suele resolverse de forma natural.
Al contrario que en los niños, esta circunstancia es menos clara y pasa más inadvertida puesto que las niñas tienen un vínculo muy estrecho con las madres, lo que les dificulta mantener la competitividad con éstas.
En las manifestaciones mejor resueltas se produce una predilección de la niña hacia su progenitor. Sin embargo, en los casos patológicos se puede producir lo contrario: que la niña rechace al padre al sentirse defraudada por haberla rechazado.
En la obra Boeguereau nuevamente sorprende, no sólo con el gran despliegue técnico habitual en sus trabajos, sino con su interpretación de los mitos griegos, de los que represento varios durante su vida artística. Muchos hombres se sentirán identificados al ver en la obra algunos aspectos de su vida especialmente las relación familiar y sentimental, pero no chicos, nada que ver. jeje.
La Obra:
Orestes perseguidos por las furias
Artista: William-Adolphe Bouguereau o El remordimiento de Orestes
Fecha: 1862
Medio: óleo sobre lienzo
Dimensiones Altura: 227 x 278 cm
Colección: Museo de Arte Chrysler