Vermeer era conocido por tomar prestados elementos compositivos de otros destacados pintores de interiores de su época, como Gerard ter Borch y Pieter de Hooch. *Chica interrumpida en su música* sigue esta tradición al representar una escena de interior que enfatiza la interacción entre dos figuras en una situación doméstica. Similar a *Joven con copa de vino*, una de sus obras anteriores, esta pintura utiliza una composición que permite un momento de conexión con el observador: la joven interrumpe su interacción con el caballero y, en lugar de mirarlo a él, dirige su mirada hacia el espectador. Este cambio de mirada fue revelado gracias a investigaciones recientes en el Rijksmuseum, que encontraron que la mirada de la joven originalmente estaba dirigida hacia el interior de la habitación. Vermeer ajustó posteriormente su posición para generar un contacto visual directo, lo que añade un toque de misterio y cercanía a la escena.
La cítara: un símbolo de intimidad
La escena tiene como protagonista una cítara, un instrumento de cuerdas que en el siglo XVII se había popularizado en los Países Bajos. Esta cítara, colocada en un ángulo oblicuo sobre la mesa, simboliza la intimidad de una actividad musical compartida. A diferencia de otros instrumentos más elaborados y caros como el laúd, la cítara era más económica y fácil de usar, lo que la convertía en una opción popular entre las clases sociales más amplias y, especialmente, entre los músicos aficionados.
Antes del siglo XVII, la cítara estaba mayormente reservada a músicos profesionales, pero su accesibilidad económica la hizo especialmente popular entre las mujeres jóvenes de la época, lo que contribuyó a su presencia en reuniones informales y en situaciones domésticas. En esta obra, la cítara no solo representa la música como actividad social y artística, sino también como un acto de unión y una excusa para la cercanía y la comunicación no verbal entre el hombre y la mujer.
Detalles y simbolismo en la composición
Vermeer siempre fue un maestro del detalle, y *Chica interrumpida en su música* no es la excepción. Marieke de Winkel, una destacada estudiosa de vestuario, destaca que el tocado de la joven no es meramente decorativo, sino funcional, ya que se usaba para preservar el peinado antes y después del arreglo personal. Este tipo de gorro, conocido como "mutsen", se elaboraba en los Países Bajos, famosos desde la época medieval por su producción de telas de alta calidad. En particular, Haarlem se distinguía por su lino, que era blanqueado y refinado para crear prendas como gorros, delantales y cuellos, todos elementos visibles en las obras de Vermeer.
Sin embargo, es importante señalar que el cuadro ha sufrido los estragos del tiempo y una restauración que fue excesivamente cuidadosa. Como resultado, algunos detalles de la falda y chaqueta de la joven han perdido parte de su sutileza inicial, lo que deja en su rostro el punto focal de la interacción visual.
En la mesa, junto a la cítara, se pueden ver partituras abiertas. Estas hojas ofrecen una representación muy fiel de las partituras de la época, con detalles claros y visibles que dan realismo a la escena. Los personajes parecen estar analizando otra partitura, sin notas visibles, que el hombre y la mujer sostienen juntos. Este detalle muestra la intimidad de la actividad compartida y refuerza la idea de que la música no era solo una expresión artística, sino también un medio de comunicación y conexión social.
Los elementos de la escena: el mobiliario y la ventana
Además del enfoque en las figuras, Vermeer usa elementos arquitectónicos y de mobiliario para enriquecer la atmósfera de la obra. La habitación está decorada con varias sillas “españolas”, que eran muebles comunes en las casas de clase alta en los Países Bajos del siglo XVII. Las sillas se caracterizan por sus intrincados remates de madera en forma de cabeza de león, tallados con una precisión que captura la atención del observador. Estos detalles no solo exhiben la habilidad de los artesanos de la época, sino que también aportan un sentido de prestigio a la escena.
Un detalle recurrente en la obra de Vermeer es el uso de un suelo de mármol blanco y negro, que añade profundidad y un aire de sofisticación al espacio. En la ventana se puede observar un patrón de paneles con formas geométricas que da estructura a la luz natural que inunda la escena. Vermeer emplea esta técnica en varias de sus obras, lo que sugiere una continuidad en el uso de ciertos elementos arquitectónicos que enriquecen la estética de sus pinturas.
La narrativa implícita y la pausa en el tiempo
Uno de los aspectos más fascinantes de *Chica interrumpida en su música* es la narrativa implícita. A diferencia de otras pinturas donde los personajes suelen estar absortos en sus actividades, aquí la joven pausa momentáneamente su interacción con el hombre para establecer contacto visual con el espectador. Esta mirada es una invitación sutil a la participación, haciendo que el observador se sienta parte de la escena y participe en la intimidad del momento.
Vermeer logra capturar la pausa de la música y de la conversación, casi congelando el tiempo en un momento de reflexión o interrupción. En ese instante, el espectador se convierte en un testigo del acto de comunicación no verbal que se desarrolla en la habitación. Este recurso añade profundidad emocional a la pintura y muestra el interés de Vermeer en explorar la psicología de sus personajes.
La obra de Vermeer ha dejado un legado duradero en el arte debido a su capacidad para capturar la intimidad de la vida cotidiana en los Países Bajos del siglo XVII. Su estilo innovador y su maestría en el uso de la luz y el detalle lo distinguen como uno de los artistas más influyentes de su época. *Chica interrumpida en su música* representa su habilidad única para convertir una simple escena doméstica en un retrato de emociones complejas y conexiones humanas.
Este cuadro no solo nos brinda una visión de la vida doméstica y social de la época, sino que también invita a una interpretación más profunda sobre la relación entre los personajes, el momento de pausa y la interacción del espectador con la escena. A través de la mirada de la joven, Vermeer nos recuerda que, a veces, una pausa en medio de la actividad puede revelar tanto como la propia acción, convirtiéndose en un reflejo de los aspectos más profundos y sutiles de la experiencia humana.
LA OBRA
Chica interrumpida en su música
(Onderbreking van de muziek)
c. 1658-1661
Óleo sobre lienzo
39,3 x 44,4 cm. (15 1/2 x 17 1/2 pulg.)
Colección Frick, Nueva York